Y por qué?

17 02 2011

Mucho se está hablando de la iniciativa ciudadana No les votes -y más que se hablará-, y no quería dejar pasar la ocasión de aportar mi humilde granito de arena.

En primer lugar, quisiera aclarar dos puntos, que tal vez por demasiado obvios, están pasando relativamente desapercibidos. El primero, que estamos hablando de una iniciativa ciudadana: no hay nadie detrás, ni partidos, ni intereses ocultos, ni instituciones, ni humanos pensando en forrarse (como parece que debería corresponder en este país). Cada uno se representa a sí mismo, y la coincidencia de criterios responde únicamente a la reacción lógica de quienes estamos hasta las narices de nuestra clase política.

El segundo punto enlaza con el primero: nadie va a decirte a quién debes votar, ni qué debes hacer. Puedes votar a fulano, a mengano, a zutano, abstenerte, votar en blanco, o hacerte un llavero con tu voto y depositarlo en la papelera más cercana a tu domicilio. Se pide sólo el no-voto a los partidos mayoritarios, responsables de la aprobación de la ley Sinde.

Por qué esta ley, y no otra u otras? No nos engañemos: esto no es una respuesta a la aprobación de la citada ley. La ley Sinde no es más que otro argumento contra el voto a esos partidos. Ha sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de los sufridos votantes. A estas alturas del pastel, ningún tarao va a discutir la necesidad de proteger los derechos de autor y la propiedad intelectual. Todos estamos de acuerdo en que eso es sagrado y hay que defenderlo… pero cambiando el modelo. En cualquier caso, la ley Sinde no es el único argumento, ni tan siquiera el más importante.

Estamos hartos.

Hartos de confiar -por obligación- en un sistema mal llamado democracia, en el que el poder del pueblo simplemente no existe. A través del voto,  delego mis intereses en un partido. Y después, con el tiempo, ese partido considera que tiene carta blanca para hacer lo que le parezca, empezando por traicionar al votante. Hay que poner ejemplos? No creo. Por desgracia, sobran, por parte de los dos grandes partidos (lo siento, CiU me queda muy lejos como para opinar).

Hace muy poco, el pueblo oprimido -y soberano- de dos países, conseguía echar pacíficamente a sus respectivos dictadores. No faltaron voces -interesadas- de políticos españoles, sugiriendo un levantamiento similar en España. Y esas mismas voces políticas, desoyeron inmediatamente el clamor popular contra la ley Sinde y se aliaron con sus enemigos para aprobarla con la mayor urgencia posible. Señores que muestran una cara pública de crítica a la ley, que luego corren a aprobarla, y que en un ámbito distinto -Twitter- felicitan a Alex de la Iglesia por su discurso en contra de la ley.

A qué estamos jugando? Vamos a votar a estos señores que tan poco nos escuchan? Vamos a votar a estos señores que se empeñan en insultar nuestra inteligencia y en tratarnos como a borregos imbéciles?

Hartos, también, de cómo se trata la corrupción en este país. Es inadmisible que los partidos mayoritarios tengan entre sus filas a los mayores trincones y chorizos que una mente humanoide pueda imaginar… y se dediquen a defenderlos, a encubrirlos y a justificarlos, sólo porque pertenecen a su partido, porque les perpetúa en el poder.

No hay concesiones, son todos iguales y no se diferencian en nada. Cuando PP y PSOE tengan una voluntad férrea de acabar con los corruptos dentro de sus filas, empezaremos a creer en ellos. No tienen legitimidad moral para pedirnos nada, mientras no se pongan en serio a solucionar ese tema. Tolerancia cero con los corruptos, y a la calle al menor indicio fundado.

Pero no, amigos: en este país se lleva mucho más el discurso de «yo defiendo a mi corrupto, porque tú no fulminas al tuyo». Y así nos luce el pelo. Vergüenza, asco. Y pago de justos por pecadores, porque afortunadamente, no todos los que integran los partidos son gentuza. Pero mira, si de paso impulsamos una reforma que posibilite las listas abiertas, mataremos dos pájaros de un tiro.

Todo esto -y mucho más, pero no tengo tiempo- termina explotando en la plataforma No les votes, de la que vuelvo a resumir insistentemente: no te digo qué debes votar. Sólo te cuento que nos sobran las razones para castigar de una vez por todas a quien se lo merece. Que dejen de tomarnos el pelo, que nuestro voto vale mucho más de lo que ellos piensan.

Seguimos en otro rato.


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