Ay, ladrones, que entráis al trapo con cualquier título panfletario y provocativo… Me disculpáis, son licencias de lo de escribir cosas.
En realidad el rey es simpático, bonachón, achispadillo -cualquiera que lo haya visto hablar comprende que ese acento arrastrado y gangosete no siempre es fruto de una dicción poco cuidadosa, ni de una educación insuficientemente esmerada-, mujeriego, cercano, campechanote…
Es -o parece- buena gente, aunque no es inconstitucional. Pero la monarquía que este muchachote ostenta sí lo es, y a veces uno tiene la impresión de que lo único que finalmente le sustenta ahí donde está, es lo campechano y buena gente que resulta el Borbón.
Si cualquier ciudadano de a pie, de los que con gran bombo y autoridad se autodenomina «demócrata», se toma la insignificante molestia de leer el artículo primero de la Constituciónel, situado en el título preliminar, (o sea, una declaración de intenciones), verá que la monarquía se da de tortas con los valores que pomposamente defiende la Constitución.
Dice así, para los que sean vaguetes:
1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.
2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.
3. La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria.
O sea, que ya en el título preliminar, nos dicen que hay igualdad, pero no nos explican la desigualdad de base que supone colocar a un señor como jefe del Estado, sin otro mérito que su nacimiento
En un sistema verdaderamente igualitario, cualquier individuo tiene teóricas posibilidades de acceder, por sus méritos, al escalón más alto que haya (Jefe de Estado en una república, por ejemplo). Pero en nuestro país, si otro individuo se levanta con ganas de ser rey, lo tiene crudísimo, que eso es un privilegio reservado a los artistas conocidos como Borbones.
Más aún: en estos tiempos de agresivas políticas de igualdad de género, la iglesia no permite a las mujeres ejercer el sacerdocio, y la corona española reserva la herencia de la corona al último en nacer… porque es el muchacho (claro, que si le conceden lo de ser reina a la primogénita… en fin.)
A lo que íbamos: he dicho privilegio? En pleno siglo XXI? Privilegio por nacimiento?
Mmmm… no me cuadra
Pero espérense, que lo mejor viene cuando hablamos de las funciones del Rey: está, pero no manda. Es como un florero caro, o como el Lladró que la gente pone encima de los televisores (de tubo). Es una especie de Papa laico, que da su magnánima bendición a las normas emanadas del congreso, e inspiradas por la misma Constitución que NO legitima su regia existencia.
No, definitivamente no necesitamos este tipo de figuras representativas, terriblemente onerosas de mantener, parasitarias por definición, y ancladas en una tradición, que es lo único que les queda.
Ya sabemos que la Constitución dictamina la monarquía parlamentaria como forma de estado (art. 1.3). Vale. Pero la Constitución es una norma, dictada por humanos iguales, que lo mismo que recoge lo que recoge, se puede modificar y hacer que recoja otra cosa. Es fruto de un momento muy particular, en el que probablemente no conviniera cabrear más a los de la vieja guardia. Pero ya tiene sus añitos, aquel momento pasó… y seguimos teniendo el mismo florero.
Hasta ahora, yo no consigo escuchar ni un sólo argumento de peso, bien fundamentado, que sea capaz de defender la monarquía en pleno siglo XXI.
No se trata de aguillotinar a los Borbones, ni de echarlos de una patada en el culo; simplemente, de hacerles ver que son como tú y como yo: esquían, tienen niños, se tajan, se drogan, cornean o son corneados, e incluso van al baño cada cierto tiempo (y sí, también tienen diarreas o se estriñen). Pero tienen un «trabajo» de por vida, bien remunerado (por ti y por mí) y simplemente garantizado por el apellido.
Igualdad constitucional? Los güebos, majos.