Los «bienqueda»

4 01 2011

Ay, qué hastío, qué coñazo, qué petardez de gente.
Políticamente correctísimos -qué aburrimiento-, es el tipo de gente incapaz de dar un «No» por respuesta.
Y no te creas que es un «sí», o que lo meditan, valoran o sopesan. No, no, qué va.
Tras el «ya veremos», «ya te llamo», «ya me lo pienso», suele vivir un «no» encubierto, sibilino y retorcido; lateral, apocado y cobardica.
Es un «no» verdoso, repelentillo, repugnancete y pegajoso, como una viborilla regional y provinciana.
Es un «no» pequeñito, inmaduro y venido a menos.
Es una lástima que la franqueza esté en desuso, que la gente vaya de lado y que se estén perdiendo las buenas maneras, las formas directas y las cartas en la mesa.
Es una pena que triunfen estos mindundis de medio pelo, amparados en la corrección política, la delicadez y el tacto.
Yo me quedo con la franqueza casi grosera de hacer las cosas directas, y con el placer infinito de soltarle un sonoro «NO» al lucero del alba, si es menester.
Al peo, queridos.





Navidad, navidad, ni es blanca ni es tinta ni tiene color…

3 01 2011

Tenemos dos opciones:

Con la primera, nos montamos un análisis sobre la navidad sesudo, profundo, y en consecuencia, largo de cojones (segunda consecuencia: aburrido, de más cojones)

Con la segunda, soltamos las dos primeras gilipolleces que nos vengan; será igual de aburrido, irrelevante e intrascendente, pero al menos me canso la mitad. Hecho, me gusta más esta.

Y decía yo que odio las navidades, sí.Feliz navidad

El argumento principal siempre es el mismo: un señor tiene todo el año para demostrarle a la humanidad -en bloque- lo mucho que la quiere. Y el tío tiene que esperarse, por imperativo tópico, a contárselo a la precitada humanidad en la última semana del año. Error conceptual.

Y es que, además, el mismo cansino de antes, es capaz de odiar a Fulano y a Mengano (existen excepciones incluso en el amor universal ese, moñas, rosa, blandito y regurgitante) todo el año… hasta la semanita de marras, en que le cambia la cara, le asoma una sonrisilla beatífica y decide perdonar, sin que ni él mismo sepa bien por qué hace las cosas. «Porque es navidad», se justifica en sus adentros. Más errores conceptuales.

Va, que no, que yo paso. Que el que me cae bien, me cae bien todo el año; y al que no soporto, voy a seguir sin soportarlo en la citada semanita, por más que vengan las muñecas de Famosa, el turrón del Almendro y su puta madre a repartir candor no deseado. Y el calvo de la lotería.

No me gusta la navidad. No creo en los reyes magos, ni en ningunos otros reyes. No me trago lo del nacimiento de un bebecito adorable de vientre inmaculado. Me estomagan los villancicos y no juego a la lotería, que siempre le va a tocar a Fabra.

Afortunadamente, tengo buenos amigos y familia, a los que quiero todo el año. Y enemigos a los que odio también todo el año, esperando de corazón que ellos sean coherentes y hagan lo mismo. Otra cosa, sería un insulto a mi inteligencia.

Y encima, este año no nieva.

Menuda mierda, señora.