Y yo con estos pelos » Potsdam 1747

23 10 2011

Y yo con estos pelos » Potsdam 1747.

 

En los comienzos de un domingo cualquiera de octubre -muy en los comienzos-, estaba yo sentado con mi ordenador, buscando bicicletas para un amigo músico y algún programa indefinido sobre fútbol en la tele, sin hacerle caso, lejana, poco interesante…
Y recibo una inesperada invitación del maestro Enrique para escribir en su blog.
Aquí van los puntos suspensivos.
Muchos.
Más.
Me deja fuera de juego, por seguir el hilo del fútbol que no estoy viendo.
Y es que, tanto para quienes conozcan este blog y a Enrique, como para los que no, conviene explicar alguna cosa. El blog tiene una altura intelectual grandísima, pero de la que interesa. Erudición puesta al servicio y al alcance de cualquiera que se interese, bien explicada, sin esnobismos ni tonterías superfluas. Es el reflejo de la personalidad de Enrique: un tipo que sabe muchísimo de Música, de toda la música, y que dedica su vida a poner esa música al alcance de todo el mundo, de una forma sencilla, didáctica e integradora. Es discreto y no presume de lo que sabe; simplemente lo comparte. Llamémosle un “demócrata musical”
Con esa perspectiva, uno no puede más que preguntarse “qué pinto yo aquí?”. Tengo la seguridad de pintar nada, honestamente.
Mi formación y capacidad didácticas son escasas; soy ecléctico, gamberro y outsider. En proceso de creciente crescreimiento sobre los dogmas que han cimentado nuestro concepto de la música. Y aún peor, tengo un pasado de crítico aficionado que me sitúa en el lado oscuro de la fuerza.
Pero tengo un as en la manga, un enchufe que os voy a contar: a Enrique y a mí nos chifla Bach.

Y con eso, no se necesita más. Punto. Fin de la elucubración. Ahora soy miembro de pleno derecho.

Prometo escribir, aunque no me pillaré los dedos diciendo cuándo ni cuánto. Ni mucho menos me comprometeré a escribir cosas interesantes. Eso se lo dejamos a Enrique, que es el que sabe.

Eso sí, concederé derechos de abucheo a lo que escriba. Algo es algo, no?

La batería de este ordenador se está acabando…





Ideólogos de baratillo

17 08 2011

Hemos crecido en la mentira, asumámoslo de una vez.

Desde pequeños, siempre ha habido alguien -probablemente bienintencionado- que nos ha insistido en eso de que «toda persona merece un respeto», o que hay que escuchar todas las ideas, porque «todas las ideas son respetables». Más o menos lo mismo, con ligeros matices. El buenismo, la corrección política, la igualdad… que pueden llegar a ser simples patochadas sin sentido en muchos casos.

Porue la realidad testaruda dice que no todas las personas ni todas las ideas son respetables. Hay personas y hay ideas terribles, repugnantes, abominables, que nos rodean en nuestra vida cotidiana.

Siente usted respeto por Hitler? Siente usted respeto por el violador de su hija? Y por el pederasta que toca a su hijo? Lo siente? Enhorabuena, es usted un modelo de ser humano, plenamente integrado y participativo con los valores de moda. Es usted muy correcto.

Pero a mí ya me toca las narices que un chavalito irresponsable –o un Ortega Cano de idéntica catadura- mate a dos personas con su coche alcoholizado –sí, el coche, el conductor, los pasajeros y hasta la rueda de repuesto- y salga algún representante del fulano a “exigir respeto” por el ínclito.

Esa es la clave: exigir prontamente respeto para el causante del daño. Exigir respeto para el asesino, para el dictador, para el pederasta, para el violador, para el hijo de puta. Exigirlo siempre, y cerrar la boca de la víctima antes de que sus argumentos sean demasiado contundentes. Desde el más absoluto cinismo, el ideólogo sostendrá la falacia del respeto, para poder perpetuar su mierda frente a la pobre víctima, que si niega ese respeto será marcada con la peor de las etiquetas que esta sociedad, buenísima y correctísima, puede poner: intolerante, irrespetuoso. O insolidario, falto de empatía… o vaya usted a saber qué nueva estupidez.

Y mire usted, me va a perdonar, pero se ponga como se ponga, a Su Santidad Ratzinger –Benedicto XVI para las masas acólitas- hay que etiquetarlo de hijoputa para arriba. Sin melindres, sin miedo y sin un respeto que no merece, porque llegará un día en que la entrada “inmoral” del DRAE, llevará su foto, o la de tantos como él.

Yo no puedo respetar a un señor que gasta un montón de millones de euros en un acto –acto, sólo eso- diseñado únicamente para su mayor gloria. No puedo respetar que el líder espiritual y máximo mandatario de una organización con millones de afiliados dilapide tal cantidad de dinero en un acto de onanismo de imagen, mientras da la espalda a esa otra imagen hiriente, la de miles de personas que se mueren de hambre. No puedo comprender ni respetar a un fulano que viene a que lo aclamen los cristianos ricos, despreciando a los negritos pobres que se siguen muriendo de hambre, sean o no cristianos.

Y lo puedo respetar menos aún, cuando desde que tengo uso de razón, ha habido ideólogos a mi alrededor, vendiendo las maravillas de la Iglesia, su bondad, su generosidad, su caridad cristiana. “Todos somos iguales a ojos del Señor”, decían. Y una mierda, capullos. Vendiéndonos un respeto que no merecen, obligándonos a comulgar con ruedas de molino y a mirar sólo en la dirección que a los ideólogos interesaba. La táctica del avestruz: si no miramos a los negritos, no se mueren de hambre. Cantemos canciones que ensalcen al líder, portador de un mensaje de paz, amor, felicidad y esperanza. Y olé.

Cómo vamos a tolerar a esta chusma culpable? Cómo respetar el papanatismo, la estupidez y el fanatismo de los miles de jóvenes que peregrinan con su guitarrita al hombro, autoconvencidos de que ver al líder omnímodo les hará mejores personas y salvará al mundo? Cómo ser comprensivos con esa religiosidad vacua, carente de fundamento, con ese “catolicismo-de-un-día”? De verdad están tan seguros de estar haciendo algo bueno por la humanidad? No, están de fiesta, como en un macrofestival cualquiera, pero en este canta el Papa.

Que no, que no todo es respetable. Que no vale todo. Que hay un blanco y un negro, hay bien y hay mal. Y hay tibieza condescendiente con el mal, también.

Va llegando la hora de ir ajustando cuentas y de que cada uno se ponga en el lugar que le corresponde, antes de que la mierda nos trague a todos y algún imbécil exija respeto para la mierda.





El Papa, nos centramos?

10 08 2011

Que viene, que viene el Papa!

Vaya, lo de siempre: gente que está a favor, gente que está en contra y gente que lo único que pide, es que no cueste lo que cuesta la broma.

Pero se nos olvida el asunto de base: este buen hombre viene en visita pastoral. O sea, a evangelizar a ovejas descarriadas y a cuidar de que las que tiene dentro del rebaño no se le marchen a la competencia –“reevangelización preventiva”, en jerga jurídico-canónica-.

Y eso está muy bien, es muy respetable y en absoluto criticable.

Lo que pasa es que, resumiendo, podemos afirmar que eso es una visita privada, un viaje de trabajo. Como un briefing con el ganado. Nos parece perfecto que la paguen las ovejas que quieren ir a ver a su pastor. También que la paguen empresas que patrocinan al citado pastor; porque cada uno hace con su dinero lo que le parece.

Si viniera en visita de estado, habría que callarse, pero como no es el caso, protestamos. Que nos va a dar igual, pero protestamos.

Lo jodido es cuando empezamos a hablar de coste público, que lo hay, digan lo que digan. Y no es demagogia: hay un coste en seguridad y servicios públicos, que irá íntegramente a cargo del arcón público… y  por ahí ya cuesta más trabajo entrar.

Tampoco trataremos en detalle la cuestión ideológica: tal y como está el mundo en este momento concreto, resulta discutible -como poco- que la Iglesia se monte un sarao de +50 millones de euros, ahí, perfectamente sentados en su trono de valores, caridad, generosidad, austeridad y demás “dades” que se os ocurran.

Eso, por no hablar del apoyo de las instituciones oficiales –gobierno de cualquier ámbito-: un país oficialmente laico, que actúa como un país católico, poniendo alfombra roja al responsable de una misión pastoral. Habría que ver la reacción de esas mismas autoridades, si quien viene en visita pastoral es el máximo mandatario budista, islámico o de la Iglesia de la Cienciología, mismamente.

Vendrán después las ovejas y los defensores de tan magno evento a contarnos que la inversión va a ser parda, y que lo pagan ellos, y que tienen derecho, y que esto es una cruzada contra el Papa, y que bla, bla, bla y bla. Por supuesto que la inversión será parda… pero ni revertirá en el bien público, ni cubrirá el gasto público que se va a producir. Evento privado, inversión privada, beneficios privados. Eso es justo.

Y claro que tienen derecho; a realizarlo privadamente, con sus propios medios y sin dar la matraca. Sigue sin ser demagogia ni anticlericalismo; el argumento es igual de aplicable a celebraciones de éxitos deportivos, celebraciones del orgullo gay y en general, a cualquier concentración pública masiva, que repercuta sobre el sufrido ciudadano ajeno a la misma.

Así que en resumen castizo: queréis Papa? Vale, pues que venga, pero os lo pagáis vosotros y no molestéis a los que no queremos.

Hale, hasta luego.





El rey es inconstitucional

14 04 2011

Ay, ladrones, que entráis al trapo con cualquier título panfletario y provocativo… Me disculpáis, son licencias de lo de escribir cosas.

En realidad el rey es simpático, bonachón, achispadillo -cualquiera que lo haya visto hablar comprende que ese acento arrastrado y gangosete no siempre es fruto de una dicción poco cuidadosa, ni de una educación insuficientemente esmerada-, mujeriego, cercano, campechanote…

Es -o parece- buena gente, aunque no es inconstitucional. Pero la monarquía que este muchachote ostenta sí lo es, y a veces uno tiene la impresión de que lo único que finalmente le sustenta ahí donde está, es lo campechano y buena gente que resulta el Borbón.

Si cualquier ciudadano de a pie, de los que con gran bombo y autoridad se autodenomina «demócrata», se toma la insignificante molestia de leer el artículo primero de la Constituciónel, situado en el título preliminar, (o sea, una declaración de intenciones), verá que la monarquía se da de tortas con los valores que pomposamente defiende la ConstituciónQue no, que no queremos..

Dice así, para los que sean vaguetes:

Artículo 1.

1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.

2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.

3. La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria.

O sea, que ya en el título preliminar, nos dicen que hay igualdad, pero no nos explican la desigualdad de base que supone colocar a un señor como jefe del Estado, sin otro mérito que su nacimiento

En un sistema verdaderamente igualitario, cualquier individuo tiene teóricas posibilidades de acceder, por sus méritos, al escalón más alto que haya (Jefe de Estado en una república, por ejemplo). Pero en nuestro país, si otro individuo se levanta con ganas de ser rey, lo tiene crudísimo, que eso es un privilegio reservado a los artistas conocidos como Borbones.

Más aún: en estos tiempos de agresivas políticas de igualdad de género, la iglesia no permite a las mujeres ejercer el sacerdocio, y la corona española reserva la herencia de la corona al último en nacer… porque es el muchacho (claro, que si le conceden lo de ser reina a la primogénita… en fin.)

A lo que íbamos: he dicho privilegio? En pleno siglo XXI? Privilegio por nacimiento?

Mmmm… no me cuadra

Pero espérense, que lo mejor viene cuando hablamos de las funciones del Rey: está, pero no manda. Es como un florero caro, o como el Lladró que la gente pone encima de los televisores (de tubo). Es una especie de Papa laico, que da su magnánima bendición a las normas emanadas del congreso, e inspiradas por la misma Constitución que NO legitima su regia existencia.

No, definitivamente no necesitamos este tipo de figuras representativas, terriblemente onerosas de mantener, parasitarias por definición, y ancladas en una tradición, que es lo único que les queda.

Ya sabemos que la Constitución dictamina la monarquía parlamentaria como forma de estado (art. 1.3). Vale. Pero la Constitución es una norma, dictada por humanos iguales, que lo mismo que recoge lo que recoge, se puede modificar y hacer que recoja otra cosa. Es fruto de un momento muy particular, en el que probablemente no conviniera cabrear más a los de la vieja guardia. Pero ya tiene sus añitos, aquel momento pasó… y seguimos teniendo el mismo florero.

Hasta ahora, yo no consigo escuchar ni un sólo argumento de peso, bien fundamentado, que sea capaz de defender la monarquía en pleno siglo XXI.

No se trata de aguillotinar a los Borbones, ni de echarlos de una patada en el culo; simplemente, de hacerles ver que son como tú y como yo: esquían, tienen niños, se tajan, se drogan, cornean o son corneados, e incluso van al baño cada cierto tiempo (y sí, también tienen diarreas o se estriñen). Pero tienen un «trabajo» de por vida, bien remunerado (por ti y por mí) y simplemente garantizado por el apellido.

Igualdad constitucional? Los güebos, majos.





Vuelo sin motor

6 04 2011

Vamos con una cortita, en estilo telegráfico.

Resulta que nuestros muchachos eurodiputados han votado hoy una cosa tan trascendental como si el erario público, el votante, el contribuyente, o sea, tú y yo, les pagamos los vuelos en primera, o se los pagamos en clase turista.

Uno, en su estupidez, podría pensar que estos muchachos son conscientes de su condición de personas que realizan un servicio público, o sea, condición de muchachos que trabajan para el votante, para el contribuyente, para ti y para mí. Que son muchachos conscientes de la situación económica del país. Y que en consecuencia, votan con sentido común a favor de que «sólo» les paguemos los billetes de avión en clase turista.

Peeeeero… a los muchachos, sorprendentemente, se les pasan todas esas cosas por alto, y votan de la siguiente manera:

2 se abstienen (?????)

4 opinan que debemos pagarles los vuelos en turista

35 dicen… que se los paguemos en primera clase.

Bueno, ya hemos respirado hondo, y les hemos dicho de todo, verdad?

Pues vamos con la segunda parte: un tal Francisco Sosa Wagner, defiende además, el derecho de los eurodiputados a volar en primera clase. Pagando nosotros, naturalmente. Es un derecho natural, autoatribuido por esta casta política deleznable, que se consideran a sí mismos dignos de unos privilegios indefendibles… pero que ellos mismos se encargan de defender a través de las normas.

Para colmo de risas, viene este señor tan iluminado, Sosa Wagner, a echar la culpa al ciudadano, asegurando que «el sistema democrático está enfermo» y que «la ciudadanía está cada vez más y más alejada del sistema democrático, como demuestran las sucesivas consultas electorales». http://www.elmundo.es/elmundo/2010/04/26/castillayleon/1272285313.html

En fin, que las reflexiones son demasiado evidentes como para seguirlas comentando.

Sólo queda añadir que de nosotros depende que estos señores sigan volando, pero sin el motor que da el sustento de los votos.

Y el vuelo sin motor es vuelo en caída libre.

Ustedes mismos.

 





Otegui, la justicia y los símbolos

16 03 2011

Vamos con una cortita que me ha surgido mientras tendía la colada.

Ayer leía que el artista anteriormente conocido como Arnaldo Otegui -por cierto, no sé cómo se escribe, pero en castellano, el fonema «gui» lleva una «u» para no sonar «gi», así que se la dejamos- había sido condenado a un año de prisión por decir que el rey es el «responsable de los torturadores», y claro, llegan los del tribunal de derechos humanos de Estrasburgo y dicen que la justicia española se ha pasado dos pueblos, que el muchacho es inocente, y que el Estado español debe indemnizar al díscolo Otegui, porque tiene el mismo derecho a la libertad de expresión que cualquier otro ciudadano.

Segunda parte: el españolito medio se echa las manos a la cabeza, «pero cómo, esto no puede ser», y tal y cual; no abundaremos en detalles, que es un tema conocido.

Reflexión: me parece que todos estamos de acuerdo -«todos» significa cualquier persona mínimamente normal, sin intereses políticos en que Otegui sea canonizado (los suyos) o condenado al infierno (el resto del universo)- en que Otegui no es una compañía recomendable. No es, precisamente, el muchacho que una honrada parroquiana querría de yerno. Pero más allá de lo que nos pueda parecer Otegui, el chaval tiene el mismo derecho a que se le trate como al resto de humanoides que pululan por la madre patria, y por otras también.

La cuestión no es si Otegui se pasó o no se pasó con el monarca -para mí que no-; ni siquiera es si el tribunal estrasburgués tiene razón absolviendo o no -para mí que sí-; ni lo mucho que nos jode tener que soltarle una pastaca curiosa al muchacho -que también, oiga, también-. De todos modos, lo que yo opine sobre el tema, importa un carajo y no es ese el motivo de estas letras.

Para mí, el quid de la cuestión radica en que Otegui se metió con un símbolo sagrado en este país, y eso no se le perdona, y como no se le perdona, se nos olvidan los más elementales principios que inspiran la justicia: tratar igual a los iguales, atender los casos sin prejuicios y cumplir escrupulosamente con el principio de legalidad.

En otras palabras, el argumento es que Otegui se mete con la corona como institución, no con el rey como persona. O sea, que me da lo mismo un presunto insulto a la corona, que quemar una foto del rey, de Obama, de Ratzinger, de Estrellita Castro o de Homer Simpson (o sea, mía) llegado el caso.

Todas ellas son acciones tan irrelevantes como estúpidas o innecesarias. La afrenta a un símbolo sólo debería tener la importancia que cada uno le quiera dar… y me temo que siempre será escasa. Porque de lo contrario, le estaremos otorgando demasiada importancia a simples imágenes, a afrentas de mercadillo que nunca pueden causar un daño real… salvo que a alguien le apetezca ofenderse terriblemente y con su comportamiento conceda valor al daño que pueda buscar el ofensor atentando contra el símbolo. Habitualmente no ofende quien quiere, sino quien puede. Quién es más tonto? El que provoca, o el que entra al trapo?

Pero no, en este país tenemos a la gente escandalizadísima cada vez que un gilipollas busca notoriedad quemando una foto de alguien importante, o cada vez que cualquier botarate suelta una sandez histórica, buscando dañar algún símbolo. Yo probaría a ignorarlos por completo, verás cómo se cansan de hacer el imbécil. Y lo mismo hasta nos ahorrábamos una pasta en juicios e indemnizaciones.

Y es que, además, si nos ponemos puristas, encuentro muchos más argumentos para decretar cárceles, prisiones y multas cuando determinados impresentables atentan, insultan y ofenden gravemente a quienes les rodean… y esos no se paran en símbolos ni en instituciones, no. Esos van directamente a por las personas, se quedan tan panchos y nadie los manda a la cárcel, por supuesto.

Si pedimos cárcel para un Otegui anti-monarquía, no encuentro ningún motivo para evitar pedir cárcel mucho más severa cuando un político llama «terrorista» a otro; o cuando los conspiranoicos de esa peligrosísima extrema derecha de Losantos, Vidal, Intereconomía, etc, etc rebuznan las burradas que sólo ellos saben rumiar; o cuando los políticos trapichean con la consideración de las víctimas del terrorismo y se insultan alegremente; o cuando el ínclito Rouco Varela arremete contra los depravados homosexuales, o los terribles asesinos pro-abortistas.

Claro, que a lo peor, importan más unos símbolos que otros, y entonces nos tenemos que callar, porque «con la Iglesia hemos topado».

Café sí, pero para todos y justicia también, aunque se trate de Otegui. Con «u».





Y por qué?

17 02 2011

Mucho se está hablando de la iniciativa ciudadana No les votes -y más que se hablará-, y no quería dejar pasar la ocasión de aportar mi humilde granito de arena.

En primer lugar, quisiera aclarar dos puntos, que tal vez por demasiado obvios, están pasando relativamente desapercibidos. El primero, que estamos hablando de una iniciativa ciudadana: no hay nadie detrás, ni partidos, ni intereses ocultos, ni instituciones, ni humanos pensando en forrarse (como parece que debería corresponder en este país). Cada uno se representa a sí mismo, y la coincidencia de criterios responde únicamente a la reacción lógica de quienes estamos hasta las narices de nuestra clase política.

El segundo punto enlaza con el primero: nadie va a decirte a quién debes votar, ni qué debes hacer. Puedes votar a fulano, a mengano, a zutano, abstenerte, votar en blanco, o hacerte un llavero con tu voto y depositarlo en la papelera más cercana a tu domicilio. Se pide sólo el no-voto a los partidos mayoritarios, responsables de la aprobación de la ley Sinde.

Por qué esta ley, y no otra u otras? No nos engañemos: esto no es una respuesta a la aprobación de la citada ley. La ley Sinde no es más que otro argumento contra el voto a esos partidos. Ha sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de los sufridos votantes. A estas alturas del pastel, ningún tarao va a discutir la necesidad de proteger los derechos de autor y la propiedad intelectual. Todos estamos de acuerdo en que eso es sagrado y hay que defenderlo… pero cambiando el modelo. En cualquier caso, la ley Sinde no es el único argumento, ni tan siquiera el más importante.

Estamos hartos.

Hartos de confiar -por obligación- en un sistema mal llamado democracia, en el que el poder del pueblo simplemente no existe. A través del voto,  delego mis intereses en un partido. Y después, con el tiempo, ese partido considera que tiene carta blanca para hacer lo que le parezca, empezando por traicionar al votante. Hay que poner ejemplos? No creo. Por desgracia, sobran, por parte de los dos grandes partidos (lo siento, CiU me queda muy lejos como para opinar).

Hace muy poco, el pueblo oprimido -y soberano- de dos países, conseguía echar pacíficamente a sus respectivos dictadores. No faltaron voces -interesadas- de políticos españoles, sugiriendo un levantamiento similar en España. Y esas mismas voces políticas, desoyeron inmediatamente el clamor popular contra la ley Sinde y se aliaron con sus enemigos para aprobarla con la mayor urgencia posible. Señores que muestran una cara pública de crítica a la ley, que luego corren a aprobarla, y que en un ámbito distinto -Twitter- felicitan a Alex de la Iglesia por su discurso en contra de la ley.

A qué estamos jugando? Vamos a votar a estos señores que tan poco nos escuchan? Vamos a votar a estos señores que se empeñan en insultar nuestra inteligencia y en tratarnos como a borregos imbéciles?

Hartos, también, de cómo se trata la corrupción en este país. Es inadmisible que los partidos mayoritarios tengan entre sus filas a los mayores trincones y chorizos que una mente humanoide pueda imaginar… y se dediquen a defenderlos, a encubrirlos y a justificarlos, sólo porque pertenecen a su partido, porque les perpetúa en el poder.

No hay concesiones, son todos iguales y no se diferencian en nada. Cuando PP y PSOE tengan una voluntad férrea de acabar con los corruptos dentro de sus filas, empezaremos a creer en ellos. No tienen legitimidad moral para pedirnos nada, mientras no se pongan en serio a solucionar ese tema. Tolerancia cero con los corruptos, y a la calle al menor indicio fundado.

Pero no, amigos: en este país se lleva mucho más el discurso de «yo defiendo a mi corrupto, porque tú no fulminas al tuyo». Y así nos luce el pelo. Vergüenza, asco. Y pago de justos por pecadores, porque afortunadamente, no todos los que integran los partidos son gentuza. Pero mira, si de paso impulsamos una reforma que posibilite las listas abiertas, mataremos dos pájaros de un tiro.

Todo esto -y mucho más, pero no tengo tiempo- termina explotando en la plataforma No les votes, de la que vuelvo a resumir insistentemente: no te digo qué debes votar. Sólo te cuento que nos sobran las razones para castigar de una vez por todas a quien se lo merece. Que dejen de tomarnos el pelo, que nuestro voto vale mucho más de lo que ellos piensan.

Seguimos en otro rato.





Nacionalismos

1 02 2011

«El nacionalismo es una enfermedad que se cura leyendo».

No recuerdo ahora mismo quién escribió esos sabios palabros, ni me pienso parar a buscarlo -tengo perezón, soy español-, pero no puedo estar más de acuerdo con la frase.

Sabemos que el concepto de nacionalismo es una chorradica muy del gusto decimonónico, que en su momento venía a ser algo así como «mis valles y ríos son los más bonitos, mis montañas las más altas, mi cielo el más azul, mis comidas las más ricas y mis mujeres las más jamonas y resalás del mundo».

Precioso.

Y todo ello, debidamente filtrado por el glorioso concepto de «patria». No, no, «nación» no. «Patria», que suena más profundo, va más allá. Es más… metaconcepto, para entendernos.

Y decía otro «noséquién», sin duda muy ilustrado y certero, que los nacionalismos descansan sobre la base de creer que una tierra determinada es mejor que otra, por el simple hecho de que uno -el nacionalista, se entiende- nace en ella. No le falta razón.

Me viene también a la cabeza, la reflexión de una persona conocida -esta sí tiene nombre, pero le vamos a respetar el anonimato- que presumía de una biblioteca en la que exclusivamente había libros sobre su región. Yo jamás estaría orgulloso de tener un pensamiento tan localista y cerrado… pero para gustos, los colores.

Y ese es el problema: cerrarse sistemáticamente a lo de fuera, en la creencia equivocadísima de que lo propio es siempre mejor, porque es lo propio, porque es lo nacional… y porque probablemente ni se conozca otra cosa, ni seamos capaces de vencer el miedo a lo desconocido.

Pero como no se trata de ponernos a elucubrar sobre los principios que alumbran el nacionalismo, vamos a ir directos al grano, que es lo que me interesa. En qué consiste el «orgullo de ser español».

Y lo pregunto desde la más absoluta ignorancia, con la esperanza de que alguno de los que se pegan en la frente el famoso «orgulloso de ser español» me ilumine en mi torcido camino de conocimiento.

Orgulloso de ser español… Vale, de acuerdo, pero de qué?

Últimamente triunfamos en todos los deportes, algo que está muy bien y de lo que me alegro mucho. Pero lo siento: no me vale como orgullo nacional exclusivo. A mayores, si nos ponemos a ver dónde tributan muchos de esos orgullosos españoles de la élite deportiva, igual nos llevamos una sorpresa sobre si nivel de españolidad. En cualquier caso, opio para el pueblo. Pan y circo son ahora fútbol y motos.

Y por lo demás, de qué estamos orgullosos? O más bien: de qué coño presumimos? Del sol y el mar? Porque eso mola, pero no es mérito nuestro, y me parece que no supera en nada el trasnochado concepto de nacionalismo del XIX.

Somos un país de fiesteros -que está muy bien-, escaqueadores, pícaros, estafadores y vagos -que está muy mal-.

Nuestra educación es, generalmente lamentable, acostumbrados a pisarle el cuello al vecino en un «todo vale» que desconoce la palabra «consideración». Conducimos como si estuviéramos solos en el universo, aparcamos en las plazas de minusválidos, en triple fila, o en la chepa del primero que nos caiga a mano.

«Fiesta nacional»: los toros. No hay más comentarios, señoría.

Somos los reyes del escaqueo laboral, de las bajas falsas, del intentar vivir del cuento. Nos pierde el ansia por el dinero fácil, estamos infestados de especuladores y al tipo cívico de al lado lo miramos mal, porque es aburrido.

Nos gastamos la pasta en poner trenes de alta velocidad, pero no gastamos un duro en sanidad ni en educación. O cada día recortamos más en educar, y creamos generaciones de monstruos ignorantes, que no saben hacer la «O» con un canuto.

Somos un cero a la izquierda en educación, investigación, desarrollo, emprendedores. Fracaso escolar elevado. Cultura del ladrillo. Descultura del ladrillo. Triunfos rápidos en Operaciones Triunfo y similares.

Cinco millones de parados. Futbolistas que cobran en una semana lo que cuestan muchas viviendas pagadas con hipotecas a 30 años. En este país puede triunfar en la vida una señora que se hace famosa por tocarle el nabo a un torero.

La basura acongojante de la prensa rosa. La bazofia cultural de la televisión. Teddy Bautista, Ramoncín y la SGAE.

Nos declaramos católicos-apostólicos y romanos, de los de toda la vida, de los buenos y tradicionales. Pero sin creencias, ni prácticas habituales. Ni tolerar al de la acera de enfrente (y lo mezclo porque lo tengo que mezclar: el de la acera de enfrente lo será porque piense políticamente distinto a uno mismo, porque profese otra religión, o porque su orientación sexual sea diferente). No vamos a misas, no tenemos contacto con la Iglesia, pero nos casamos en ellas y bautizamos a nuestros niños. Y por todo lo alto, como debe ser, como se ha hecho toda la vida.

Nuestra clase política es penosa: vagos, trincones, demagogos. Corruptos e interesados. Reaccionarios, tópicos, ciegos, intolerantes. Sordos. Nulos, nefastos, necios. Avergonzantes. Interesados en retener el poder a base de desprestigiar al contrario. Destruir siempre lo que hizo el antecesor del otro bando. Corporativistas. Cobardes. Corruptos, corruptos y corruptos. Todos ellos, de cualquier partido e ideología. Perdón, de cualquier no-ideología.

Orgullosos de qué? De qué coño estamos orgullosos?

Yo estoy hasta los güebos de este españolismo de baratillo, falso, imaginario, pobre, mentecato. Me pilla tarde y con el paso cambiado esta gilipollez colectiva. No me gustan los brindis al arcoiris. A Unamuno «le dolía España». Va a ser que los tiros van por ahí.

Estoy tan seguro de que el mundo es una puta mierda, como de que nosotros lo hacemos muy mal. Y sospecho que hay países que lo hacen mucho mejor… pero claro, nosotros no podemos estar orgullosos de otro país que no sea España. Y la autocrítica no encaja en el entramado nacionalista.

Pongámonos a trabajar más, a leer más, a ser más considerados con el de al lado. A usar un poco más el puto cerebro, que está ahí para algo y no duele. Y lo mismo encontramos motivos para estar orgullosos de nuestro país.

«orgulloso de ser español», dice…

 

 





Los «bienqueda»

4 01 2011

Ay, qué hastío, qué coñazo, qué petardez de gente.
Políticamente correctísimos -qué aburrimiento-, es el tipo de gente incapaz de dar un «No» por respuesta.
Y no te creas que es un «sí», o que lo meditan, valoran o sopesan. No, no, qué va.
Tras el «ya veremos», «ya te llamo», «ya me lo pienso», suele vivir un «no» encubierto, sibilino y retorcido; lateral, apocado y cobardica.
Es un «no» verdoso, repelentillo, repugnancete y pegajoso, como una viborilla regional y provinciana.
Es un «no» pequeñito, inmaduro y venido a menos.
Es una lástima que la franqueza esté en desuso, que la gente vaya de lado y que se estén perdiendo las buenas maneras, las formas directas y las cartas en la mesa.
Es una pena que triunfen estos mindundis de medio pelo, amparados en la corrección política, la delicadez y el tacto.
Yo me quedo con la franqueza casi grosera de hacer las cosas directas, y con el placer infinito de soltarle un sonoro «NO» al lucero del alba, si es menester.
Al peo, queridos.





Navidad, navidad, ni es blanca ni es tinta ni tiene color…

3 01 2011

Tenemos dos opciones:

Con la primera, nos montamos un análisis sobre la navidad sesudo, profundo, y en consecuencia, largo de cojones (segunda consecuencia: aburrido, de más cojones)

Con la segunda, soltamos las dos primeras gilipolleces que nos vengan; será igual de aburrido, irrelevante e intrascendente, pero al menos me canso la mitad. Hecho, me gusta más esta.

Y decía yo que odio las navidades, sí.Feliz navidad

El argumento principal siempre es el mismo: un señor tiene todo el año para demostrarle a la humanidad -en bloque- lo mucho que la quiere. Y el tío tiene que esperarse, por imperativo tópico, a contárselo a la precitada humanidad en la última semana del año. Error conceptual.

Y es que, además, el mismo cansino de antes, es capaz de odiar a Fulano y a Mengano (existen excepciones incluso en el amor universal ese, moñas, rosa, blandito y regurgitante) todo el año… hasta la semanita de marras, en que le cambia la cara, le asoma una sonrisilla beatífica y decide perdonar, sin que ni él mismo sepa bien por qué hace las cosas. «Porque es navidad», se justifica en sus adentros. Más errores conceptuales.

Va, que no, que yo paso. Que el que me cae bien, me cae bien todo el año; y al que no soporto, voy a seguir sin soportarlo en la citada semanita, por más que vengan las muñecas de Famosa, el turrón del Almendro y su puta madre a repartir candor no deseado. Y el calvo de la lotería.

No me gusta la navidad. No creo en los reyes magos, ni en ningunos otros reyes. No me trago lo del nacimiento de un bebecito adorable de vientre inmaculado. Me estomagan los villancicos y no juego a la lotería, que siempre le va a tocar a Fabra.

Afortunadamente, tengo buenos amigos y familia, a los que quiero todo el año. Y enemigos a los que odio también todo el año, esperando de corazón que ellos sean coherentes y hagan lo mismo. Otra cosa, sería un insulto a mi inteligencia.

Y encima, este año no nieva.

Menuda mierda, señora.