Hemos crecido en la mentira, asumámoslo de una vez.
Desde pequeños, siempre ha habido alguien -probablemente bienintencionado- que nos ha insistido en eso de que «toda persona merece un respeto», o que hay que escuchar todas las ideas, porque «todas las ideas son respetables». Más o menos lo mismo, con ligeros matices. El buenismo, la corrección política, la igualdad… que pueden llegar a ser simples patochadas sin sentido en muchos casos.
Porue la realidad testaruda dice que no todas las personas ni todas las ideas son respetables. Hay personas y hay ideas terribles, repugnantes, abominables, que nos rodean en nuestra vida cotidiana.
Siente usted respeto por Hitler? Siente usted respeto por el violador de su hija? Y por el pederasta que toca a su hijo? Lo siente? Enhorabuena, es usted un modelo de ser humano, plenamente integrado y participativo con los valores de moda. Es usted muy correcto.
Pero a mí ya me toca las narices que un chavalito irresponsable –o un Ortega Cano de idéntica catadura- mate a dos personas con su coche alcoholizado –sí, el coche, el conductor, los pasajeros y hasta la rueda de repuesto- y salga algún representante del fulano a “exigir respeto” por el ínclito.
Esa es la clave: exigir prontamente respeto para el causante del daño. Exigir respeto para el asesino, para el dictador, para el pederasta, para el violador, para el hijo de puta. Exigirlo siempre, y cerrar la boca de la víctima antes de que sus argumentos sean demasiado contundentes. Desde el más absoluto cinismo, el ideólogo sostendrá la falacia del respeto, para poder perpetuar su mierda frente a la pobre víctima, que si niega ese respeto será marcada con la peor de las etiquetas que esta sociedad, buenísima y correctísima, puede poner: intolerante, irrespetuoso. O insolidario, falto de empatía… o vaya usted a saber qué nueva estupidez.
Y mire usted, me va a perdonar, pero se ponga como se ponga, a Su Santidad Ratzinger –Benedicto XVI para las masas acólitas- hay que etiquetarlo de hijoputa para arriba. Sin melindres, sin miedo y sin un respeto que no merece, porque llegará un día en que la entrada “inmoral” del DRAE, llevará su foto, o la de tantos como él.
Yo no puedo respetar a un señor que gasta un montón de millones de euros en un acto –acto, sólo eso- diseñado únicamente para su mayor gloria. No puedo respetar que el líder espiritual y máximo mandatario de una organización con millones de afiliados dilapide tal cantidad de dinero en un acto de onanismo de imagen, mientras da la espalda a esa otra imagen hiriente, la de miles de personas que se mueren de hambre. No puedo comprender ni respetar a un fulano que viene a que lo aclamen los cristianos ricos, despreciando a los negritos pobres que se siguen muriendo de hambre, sean o no cristianos.
Y lo puedo respetar menos aún, cuando desde que tengo uso de razón, ha habido ideólogos a mi alrededor, vendiendo las maravillas de la Iglesia, su bondad, su generosidad, su caridad cristiana. “Todos somos iguales a ojos del Señor”, decían. Y una mierda, capullos. Vendiéndonos un respeto que no merecen, obligándonos a comulgar con ruedas de molino y a mirar sólo en la dirección que a los ideólogos interesaba. La táctica del avestruz: si no miramos a los negritos, no se mueren de hambre. Cantemos canciones que ensalcen al líder, portador de un mensaje de paz, amor, felicidad y esperanza. Y olé.
Cómo vamos a tolerar a esta chusma culpable? Cómo respetar el papanatismo, la estupidez y el fanatismo de los miles de jóvenes que peregrinan con su guitarrita al hombro, autoconvencidos de que ver al líder omnímodo les hará mejores personas y salvará al mundo? Cómo ser comprensivos con esa religiosidad vacua, carente de fundamento, con ese “catolicismo-de-un-día”? De verdad están tan seguros de estar haciendo algo bueno por la humanidad? No, están de fiesta, como en un macrofestival cualquiera, pero en este canta el Papa.
Que no, que no todo es respetable. Que no vale todo. Que hay un blanco y un negro, hay bien y hay mal. Y hay tibieza condescendiente con el mal, también.
Va llegando la hora de ir ajustando cuentas y de que cada uno se ponga en el lugar que le corresponde, antes de que la mierda nos trague a todos y algún imbécil exija respeto para la mierda.