Otegui, la justicia y los símbolos

16 03 2011

Vamos con una cortita que me ha surgido mientras tendía la colada.

Ayer leía que el artista anteriormente conocido como Arnaldo Otegui -por cierto, no sé cómo se escribe, pero en castellano, el fonema «gui» lleva una «u» para no sonar «gi», así que se la dejamos- había sido condenado a un año de prisión por decir que el rey es el «responsable de los torturadores», y claro, llegan los del tribunal de derechos humanos de Estrasburgo y dicen que la justicia española se ha pasado dos pueblos, que el muchacho es inocente, y que el Estado español debe indemnizar al díscolo Otegui, porque tiene el mismo derecho a la libertad de expresión que cualquier otro ciudadano.

Segunda parte: el españolito medio se echa las manos a la cabeza, «pero cómo, esto no puede ser», y tal y cual; no abundaremos en detalles, que es un tema conocido.

Reflexión: me parece que todos estamos de acuerdo -«todos» significa cualquier persona mínimamente normal, sin intereses políticos en que Otegui sea canonizado (los suyos) o condenado al infierno (el resto del universo)- en que Otegui no es una compañía recomendable. No es, precisamente, el muchacho que una honrada parroquiana querría de yerno. Pero más allá de lo que nos pueda parecer Otegui, el chaval tiene el mismo derecho a que se le trate como al resto de humanoides que pululan por la madre patria, y por otras también.

La cuestión no es si Otegui se pasó o no se pasó con el monarca -para mí que no-; ni siquiera es si el tribunal estrasburgués tiene razón absolviendo o no -para mí que sí-; ni lo mucho que nos jode tener que soltarle una pastaca curiosa al muchacho -que también, oiga, también-. De todos modos, lo que yo opine sobre el tema, importa un carajo y no es ese el motivo de estas letras.

Para mí, el quid de la cuestión radica en que Otegui se metió con un símbolo sagrado en este país, y eso no se le perdona, y como no se le perdona, se nos olvidan los más elementales principios que inspiran la justicia: tratar igual a los iguales, atender los casos sin prejuicios y cumplir escrupulosamente con el principio de legalidad.

En otras palabras, el argumento es que Otegui se mete con la corona como institución, no con el rey como persona. O sea, que me da lo mismo un presunto insulto a la corona, que quemar una foto del rey, de Obama, de Ratzinger, de Estrellita Castro o de Homer Simpson (o sea, mía) llegado el caso.

Todas ellas son acciones tan irrelevantes como estúpidas o innecesarias. La afrenta a un símbolo sólo debería tener la importancia que cada uno le quiera dar… y me temo que siempre será escasa. Porque de lo contrario, le estaremos otorgando demasiada importancia a simples imágenes, a afrentas de mercadillo que nunca pueden causar un daño real… salvo que a alguien le apetezca ofenderse terriblemente y con su comportamiento conceda valor al daño que pueda buscar el ofensor atentando contra el símbolo. Habitualmente no ofende quien quiere, sino quien puede. Quién es más tonto? El que provoca, o el que entra al trapo?

Pero no, en este país tenemos a la gente escandalizadísima cada vez que un gilipollas busca notoriedad quemando una foto de alguien importante, o cada vez que cualquier botarate suelta una sandez histórica, buscando dañar algún símbolo. Yo probaría a ignorarlos por completo, verás cómo se cansan de hacer el imbécil. Y lo mismo hasta nos ahorrábamos una pasta en juicios e indemnizaciones.

Y es que, además, si nos ponemos puristas, encuentro muchos más argumentos para decretar cárceles, prisiones y multas cuando determinados impresentables atentan, insultan y ofenden gravemente a quienes les rodean… y esos no se paran en símbolos ni en instituciones, no. Esos van directamente a por las personas, se quedan tan panchos y nadie los manda a la cárcel, por supuesto.

Si pedimos cárcel para un Otegui anti-monarquía, no encuentro ningún motivo para evitar pedir cárcel mucho más severa cuando un político llama «terrorista» a otro; o cuando los conspiranoicos de esa peligrosísima extrema derecha de Losantos, Vidal, Intereconomía, etc, etc rebuznan las burradas que sólo ellos saben rumiar; o cuando los políticos trapichean con la consideración de las víctimas del terrorismo y se insultan alegremente; o cuando el ínclito Rouco Varela arremete contra los depravados homosexuales, o los terribles asesinos pro-abortistas.

Claro, que a lo peor, importan más unos símbolos que otros, y entonces nos tenemos que callar, porque «con la Iglesia hemos topado».

Café sí, pero para todos y justicia también, aunque se trate de Otegui. Con «u».